Puede parecer algo intranscendente, pero el lugar que ocupa nuestra mesa en la oficina acostumbra a expresar más cosas de las que solemos creer.
¿A qué distancia se encuentra del/a jefe/a?, ¿nos cae muy lejos la fotocopiadora o la impresora?, ¿está un tanto apartada de la del resto de compañeros?, ¿tenemos justo encima la máquina del aire acondicionado?, ¿se escucha mucho ruido?, ¿es la que menos luz natural tiene?, …
Las respuestas a estas preguntas pueden darnos una idea de nuestra situación dentro del equipo de trabajo.
De este modo, el hecho si trabajamos justo al lado el despacho del/a director/a, se podría interpretar como un signo de cercanía, complicidad o conexión con el/la responsable del equipo. No suele suceder que la persona que más veces entra en el despacho del/a jefe/a sea quien tenga la mesa más alejada del mismo.
Por otro lado, si nuestra ubicación tiene importantes “peros” (es el lugar más frío, es donde resulta más complicado concentrarse, los equipos informáticos están alejados, cuenta con poca luz, etc.) merece la pena preguntarse por qué se tiene la mesa que probablemente nadie quiere. Una respuesta podría ser que se lleva muy poco tiempo en el equipo, pero una vez transcurridos varios años desde nuestra llegada convendría volver a formularnos dicha pregunta.
Otra situación sobre la que también merece la pena reflexionar se produce cuando una parte de los miembros del equipo llevan “toda su vida” sentándose en el mismo sitio. Quizás pueda estar mostrando una dificultad grupal para llevar a cabo procesos de cambio … Por todo esto, resulta recomendable abordar en alguna reunión de equipo la distribución de los espacios de trabajo. Entre otras cosas ofrecerá la oportunidad de que todo el mundo pueda expresar cómo se siente con el reparto de espacios, reflexionar sobre algunos aspectos de su dinámica relacional (posibles conflictos, relaciones de poder, …) y plantear mejoras que ayuden a su desarrollo como grupo.
Rivendel Grupos y Organizaciones