Si escribimos “orejas de burro” en cualquier buscador de internet encontraremos una explicación que, en buena parte, coincidirá con la siguiente: Castigo humillante, consistente en colocar en la cabeza unas orejas de burro de pega (falsas), aplicado antiguamente por los maestros a los alumnos especialmente torpes o poco aplicados.
Afortunadamente en la actualidad esta clase de sanciones han sido desterradas de los colegios, de hecho si le contara un/a niño/a que hace unos años se aplicaban medidas como ésta, seguramente pensaría que le estaba tomando el pelo.
Pero si bien es cierto que ya nadie corre el riesgo de ser coronado de una forma física (y hasta ritual) como el/la burro/a del grupo, también lo es que continúa existiendo cierta estigmatización respecto a las personas que no muestran, o mejor dicho demuestran, su pericia en determinados ámbitos o facetas.
Si volvemos al contexto escolar, el/a alumno/a con dificultades para entender determinadas asignaturas (como las matemáticas o el lenguaje) es fácil que cargue con el sambenito de pertenecer al sangrante “grupo de los torpes”. Poco importa si destaca en algún deporte, baila de maravilla o posee una sensibilidad especial para la música. Howard Gardner defiende que, así como hay muchos tipos de problemas que resolver, también hay muchos tipos de inteligencias
(https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_las_inteligencias_m%C3%BAltiples) y que por tanto la inteligencia de una persona no solo se mide tomando como referencia la destreza con los números o las letras, pero a este planteamiento aún le queda un largo camino por recorrer en el sistema educativo.
Si llevamos todo esto al mundo laboral, es decir al de los equipos de trabajo, también nos encontramos con grupos en los que determinados miembros son etiquetados como ineptos o incompetentes al no ser capaces de llevar a cabo determinadas tareas con un mínimo de calidad (atención al público, manejo de algunos programas informáticos, etc.). Cuando esto sucede, una opción es que se trate de profesionales que por un motivo u otro no encajan ni probablemente encajarán en ese equipo, pero antes de colocarles las “orejas de burro” (aunque sea de forma imaginaria), merece la pena reflexionar sobre sus capacidades, es decir en aquello en lo que son buenos/as y tratar de reorientar sus funciones en esa dirección, quizás de este modo resulte posible encontrar su encaje en el equipo y ser valorados por lo que aportan al mismo.
Rivendel Grupos y Organizaciones
2 comentarios
Totalmente de acuerdo, lo más importante para formar un buen equipo de trabajo es encomendar a cada uno aquello en lo que destaca.
Aquí es dónde un buen líder es aquel que identifica en sus colaboradores sus mejores capacidades para complementar y crear un equipo fuerte.
Es imposible que todos seamos buenos en todo, pero si todos en algo. La suma de todos esos algos de cada uno hace un todo.
Ojala la educación y los equipos de trabajo vayan en esa dirección, la colaboración y el trabajo en equipo nos hace fuertes.
Hola,
En buena parte, la gracia de trabajar en equipo es justamente poder aprovechar las capacidades presentes en el mismo.