Solemos decir que una persona entra como “un elefante en una cacharrería” cuando lleva a cabo una acción que causa diferentes perjuicios a su alrededor. Este sería el caso del trabajador que llega a un equipo de trabajo mostrando un comportamiento que resulta amenazador para sus nuevos compañeros.
Todos los equipos tienen su propia cultura grupal, compuesta por aquellas “normas” que de un modo u otro determinan cómo se relacionan sus miembros, es decir si está bien visto compartir confidencias personales o no, si almuerzan juntos o por separado, si cuando surge un problema todo el mundo ayuda a su resolución o más bien cada uno “se busca la vida”, si los cambios son bienvenidos o se producen con “cuentagotas”, etc.
Cuando una persona llega a un equipo de trabajo, conviene prestar mucha atención a dicha cultura pues por un lado nos dará pistas sobre cómo entiende el grupo que debe de comportarse “el/la nuevo/a” y por otro nos informará sobre los límites que es mejor no traspasar.
Por ejemplo, si una persona se incorpora a un nuevo puesto de trabajo y comienza a proponer cambios (sobre la ubicación del mobiliario, sobre el modo en el que se llevan a cabo determinadas tareas, etc.), es fácil que el grupo la sienta como una amenaza respecto a su forma de funcionar, es decir que la vea como un “elefante en una cacharrería” y que de un modo u otro le haga ver que no está cumpliendo con las expectativas que había depositado en ella.
Cuando esto sucede caben dos grandes opciones: que cambie su forma de actuar teniendo en cuenta la cultura del grupo o que mantenga su comportamiento contra viento y marea. Si opta por lo primero, seguramente acabará integrándose sin mayor problema, pero por el contrario si elige no escuchar al equipo, su encaje resultará prácticamente imposible.
Rivendel Grupos y Organizaciones