Cuando pensamos en la figura del/a jefe/a, a menudo la asociamos tanto con el poder como con la capacidad para supervisar, e incluso sancionar de algún modo, al resto de integrantes de un equipo de trabajo.
Pero si bien es cierto que estos elementos están presentes en este rol, también lo es que el hecho de liderar supone soportar un elevado grado de agresividad por parte del grupo.
Ser jefe/a conlleva tomar decisiones continuamente y es materialmente imposible que éstas agraden a todo el mundo. En el día a día de un equipo de trabajo, resulta habitual no estar conforme con las funciones asignadas, con los salarios, con cómo se valora el trabajo realizado, con el modo en el que se orientan algunos proyectos, etc. Y de todo ello se acostumbra a responsabilizar “al que manda”.
Esta situación es justamente la que se refleja en la película dirigida por Lars Von Trier “El jefe de todo esto”
En ella, el dueño de una empresa se inventa un jefe imaginario (que reside en un país extranjero) al que todos/as, especialmente él, echan la culpa de aquello con lo que no están de acuerdo. De este modo logra esquivar la agresividad de los trabajadores de la entidad, ya que se limita a asumir un rol de mero intermediario entre “el jefe de todo esto” y ellos/as.
Pero su plan se viene abajo cuando trata de vender la empresa y el comprador exige conocer al jefe imaginario, lo cual le obliga a contratar a un actor para que interprete dicho rol. La película describe de forma muy interesante las relaciones y situaciones que a parir de ese momento se generan (no entro en más detallas para no caer en spoilers).
En definitiva, se trata de una historia que muestra de forma acertada que cuando se lidera no es oro todo lo que reluce. Dirigir personas conlleva soportar cierta carga de agresividad y cuando quien ejerce este rol no está dispuesto/a a hacerlo, suelen generarse …… problemas.
Rivendel Grupos y Organizaciones