Una amiga viene de la peluquería y le dices “¡Qué corte de pelo tan horrible! ¡Pareces un espantapájaros! ¿Cómo te has podido dejar hacer eso?”. Posiblemente sea el final de una amistad o, cuando menos, ponga en peligro su armonía.
Sin embargo… ¡El comentario ha sido totalmente sincero! Ciertamente, no conviene “ser transparente”, decir todo lo que uno piensa. De hecho, mantener esa transparencia es prácticamente incompatible con las relaciones personales.
Tampoco es necesario irse al otro extremo y decir “¡Qué corte de pelo tan bonito! ¡Estás preciosa!”. Algo que sería directamente una mentira. Se puede buscar un intermedio, sin decir todo lo que se piensa, decir una parte de la verdad y no caer en la mentira. Un comentario del estilo, “Es un peinado muy original!, ¡Que atrevida eres!”
Aunque se trata de un ejemplo trivial, puede resultar útil para reflexionar sobre la conveniencia de dosificar la información que damos para mantener relaciones saludables. Especialmente, en el caso de relaciones superficiales, como suele suceder en el contexto laboral.
De hecho, las personas “transparentes” pueden resultar relativamente populares, entre otras cosas porque inspiran confianza. Sin embargo, estas personas suelen tener dificultades para disfrutar de las relaciones sociales. Finalmente, su situación equivale a jugar una partida de póquer con las cartas descubiertas cuando los demás jugadores las tienen tapadas.
Rivendel Grupos y Organizaciones