Hace unos meses me encontraba nadando en una piscina municipal cercana a mi casa. Tras terminar los largos que me había marcado, fui a la zona “Spa” situada justo en frente del lugar donde varios grupos de niños daban sus primeras brazadas.
En uno de ellos, había un niño aterrado ante la posibilidad de meterse al agua. Tendría unos 4 o 5 años y temblaba todo el tiempo, era el único que lo hacía. Su mirada también transmitía el miedo que estaba sintiendo.
La monitora del grupo apenas le dio opción alguna, lo agarró con cierto cuidado y lo puso a nadar. Movió un poco las piernas y los brazos, que era lo que se le pedía, y volvió a tierra firme en cuanto pudo. Este ejercicio se repitió en repetidas ocasiones, siempre con el mismo temblor y la misma mirada de fondo (y también con algún que otro lloro).
Contemplando esta escena me vino a la cabeza la frase “la letra con sangre entra”. Seguramente cuando haya pasado un tiempo le perderá el miedo al agua y hasta habrá aprendido a nadar, pero la pregunta que me hice fue ¿y a qué precio?
A menudo en los equipos de trabajo sucede algo parecido cuando se plantean procesos de cambio. Por ejemplo cuando se implanta un nuevo programa informático que requiere un aprendizaje o cuando se absorben nuevas tareas en las que no se tiene demasiada experiencia. Ante este tipo de situaciones se generan una serie de expectativas respecto a los plazos que frecuentemente chocan con el ritmo de cambio que soporta el grupo y entonces surge el conflicto. Quizás al final se cumplen más menos las fechas previstas, pero de nuevo me surge la misma pregunta ¿y a qué precio?
La respuesta que encuentro es que se generará una desconfianza y también un enfado hacia la persona que lo lidera, lo cual “emponzoñará” las relaciones. El grupo se sentirá poco cuidado en planos relacionales. Tampoco se le ayudará a crecer pues la consigna que imperará es que “se hace lo que dice el/la jefe/a y como dice el/la jefe/a”. Además también puede suceder que la tarea se vea afectada pues un clima en que los miembros del equipo se sienten enfadados, poco escuchados, poco cuidados, etc. Es fácil que consciente o inconscientemente cometan errores.
Volviendo al niño de la piscina ¿no hubiera sido mejor escucharle y ajustar el cambio que estaba viviendo a sus posibilidades?
Rivendel Grupos y Organizaciones