Incorporarse a un equipo de trabajo puede ser más complicado de lo que pueda parecer, pues en el fondo supone adentrarse en un “ecosistema” que nos resulta desconocido.
Días antes de nuestra presentación, es fácil que por nuestra cabeza circulen preguntas del tipo ¿cómo es el/la jefe/a? ¿de quién me puedo fiar? ¿qué tal acogerán a los nuevos? … No sabemos lo que nos vamos a encontrar y eso como poco nos desconcierta.
Resultaría de gran utilidad que en el momento de la firma del contrato, nos entregaran un manual de instrucciones que explicara con detalle cómo encajar en nuestro futuro equipo. En él se podrían responder las preguntas planteadas en el párrafo anterior y otras parecidas, y así cuando llegara el primer día, seguramente todo resultaría más sencillo.
Pero por desgracia esto no sucede nunca. En ocasiones es cierto que se crean protocolos que contienen de forma pormenorizada los procesos técnicos instaurados para llevar a cabo la tarea, pero de la parte relacional … nada de nada. Es como si no existiera.
Quizás lo más cercano a todo esto son las estrategias de “onboarding” que algunas compañías están comenzando a implementar para favorecer la integración de los/as nuevos/as, pero este esfuerzo pese a suponer una paso adelante en lo que se refiera al cuidado del grupo, tampoco acostumbra a brindar demasiada información sobre aspectos tan importantes como el modo en que está repartido el poder en ese equipo, cómo se resuelven los conflictos o qué sucede cuando se lleva a cabo un proceso de cambio, por ejemplo.
Por todo esto, cuando una persona se encuentra en el rol de nuevo/a, resulta clave ser paciente y darse un tiempo para elaborar su propio manual de instrucciones. Conocer la cultura de un grupo requiere cierto tiempo y para ello la observación y la prudencia son dos pautas de gran utilidad si no queremos entrar como “un elefante en una cacharrería”. (https://rivendelsl.com/blog-rivendel/como-un-elefante-en-una-cacharreria/).
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