En un equipo de trabajo no sólo se adjudican las funciones de carácter más o menos técnicas (atención al público, gestión de un proyecto, contabilidad, etc.) según las cualidades y la formación de sus miembros. También existe una especie de reparto de “funciones emocionales” dentro del grupo. Es decir, sus miembros además de desempeñar un rol exclusivamente profesional (https://rivendelsl.com/blog-rivendel/roles-y-personas/) también juegan un papel muy relevante a la hora de conformar el clima laboral del equipo.
Al igual que existe la figura del/a “cascarrabias”, o lo que es lo mismo la persona que siempre está protestando, también es fácil que haya alguien que asuma el papel del/a simpático/a.
Se trata de alguien que acostumbra a estar de buen humor, que bromea con sus compañeros/as, que si puede ayuda a los/as demás cuando hay un pico de trabajo, que suele apuntarse a tomar algo cuando surge la oportunidad … en definitiva se trata de una persona que da importancia a las relaciones que se establecen en el ámbito laboral y trata de crear un buen ambiente.
Los beneficios que aporta este tipo de rol a un grupo son enormes. Como se suele decir “hacen equipo”. Por este motivo, más allá de su rendimiento meramente técnico, suelen ser miembros muy bien valorados (y apreciados) tanto por sus iguales, como también por los/as jefes/as.
Esto no quiere decir que el resto de roles no resulten valiosos. Por ejemplo, alguien con la capacidad (y valentía) para decir lo que no funciona, o con la habilidad para escuchar los problemas de los demás, o que tercia con mucha efectividad en los conflictos que puedan surgir, también prestan un servicio de gran importancia para el grupo.
Pero que agradable es llegar al trabajo por la mañana sabiendo que hay alguien que te va a recibir con su característico “buenos días” y que a lo largo de la jornada seguro que se las apañará para que resuene alguna que otra risa entre el frio sonido de las teclas de un ordenador…
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