Sin darnos cuenta a lo largo de la jornada laboral solemos estar en contacto con distintos tipos de estresores.
Unos pueden ser muy evidentes, como por ejemplo si hace mucho frío o mucho calor en la oficina, o si nos encontramos en una situación de sobrecarga de trabajo.
Otros en cambio logran camuflarse en el día a día sin dejarse notar en exceso, es decir formando parte de una rutina que termina por parecer normal. Este sería el caso de un equipo de trabajo cuyo clima laboral se caracteriza por la existencia de conflictos silenciados que tensionan las relaciones entre sus miembros, por una dirección inadecuada que no tiene en cuenta los aspectos emocionales presentes en el grupo, por un sistema de relaciones basado en la rivalidad en lugar de la colaboración, por la excesiva penalización del error (https://rivendelsl.com/blog-rivendel/aprender-de-los-errores/), etc.
Cuando esto sucede, se podría decir que sus integrantes se encuentran bajo una especie de aspersor cuya fina lluvia terminará por dejarlos empapados.
Una forma de revertir esta situación es formando a la persona que dirige al equipo (https://rivendelsl.com/blog-rivendel/liderar-desde-la-tecnica-o-la-intuicion/) con la finalidad de que desarrolle las habilidades necesarias para poder ayudar al grupo a que verbalice todo aquello que no está funcionando y a partir de ahí buscar soluciones. No se trata de un proceso ni rápido ni fácil, pero a medio y largo plazo suele ser muy efectivo a la hora de reducir los índices de estrés laboral.
En ese sentido conviene tener en cuenta datos como los ofrecidos por la encuesta ‘State of the Global Workplace 2021 Report’ (Informe de la situación del lugar del trabajo en el mundo) realizada por Gallup en 116 países (https://www.gallup.com/workplace/349484/state-of-the-global-workplace.aspx), según los cuales durante el año 2020 el 43% de los encuestados en más de cien países aseguraron haber experimentado estrés durante gran parte del día anterior.
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